El pasado 14 de noviembre, mi vieja compañera PlayStation 3, modelo Fat de 40 gb, dijo adiós para siempre. Así que, con mucho dolor en mi corazón, tuve que despedirme de ella, no sin antes agradecerle todos los buenos ratos e increíbles partidas que hemos compartido.

Hoy, ya tengo una nueva. Es roja (♥) y me costó 50 euros menos de lo esperado gracias a que aproveché el día en que Fnac hacía descuento del 16% en tecnología.

Pero todo tiene siempre un inconveniente. En este caso, es que se trata del modelo de la Selección Española de Fútbol.

Me resigné a ver eternamente las caras de los jugadores en la caja de mi nueva y flamante PlayStation 3 Slim. Sin embargo, cuando la abrí para ver en directo el color de la consola, ocurrió el milagro:

¡La caja con la foto de la Selección era de pega! De hecho, con apenas tocarla, se rajó un poco. Pero no importa, ya que la estupenda y auténtica caja resistente sigue al pie del cañón.

¿Y por qué le doy tanta importancia a una caja? Si os lo preguntáis es que nunca habéis dejado una vacía a solas con un gato. O no habéis jugado a Metal Gear Solid.

Por cierto, en Fnac me pasó algo muy curioso. Cuando me disponía a pagar la consola, la dependienta me ofreció hacerme el carnet de socio. Dijo las palabras mágicas: «Te ahorrarás quince euros en esta compra». Y quince euros son quince euros, sobre todo en una adquisición tan cara, así que me convenció. «¿Cuánto cuesta hacerse socio?», quise saber. La respuesta fue: «Quince euros».

Obviamente, sigo sin ser socia de Fnac.

Volviendo al tema, el siguiente paso es hacerle el reballing a la pobre PlayStation 3 fallecida para salvar mis partidas. Os contaré más en futuros episodios.